¿Cuántas veces hemos tratado de resolver algo y, tras abandonarlo por imposible, la solución aparece delante de nosotros como por arte de magia? La historia de la innovación y la creatividad está plagada de descubrimientos y demostraciones que se han producido, tras innumerables fracasos, a través de una serendipia. Esto es posible gracias a los distintos tipos de atención que somos capaces de desplegar, fruto del funcionamiento de nuestra mente.
Parece que la psicología cognitiva está bastante de acuerdo en que disponemos de dos sistemas mentales separados y relativamente independientes. Walter Mischel nos habla del sistema frío y el sistema caliente, centrándose en el control de los impulsos. Daniel Kahneman hace referencia a los sistemas 1 y 2, y Daniel Goleman usa una metáfora vertical, identificando a estos sistemas como superior e inferior. En definitiva, hablan de lo mismo aunque desde distintos enfoques, dando origen a distintos tipos de atención.
El sistema inferior, usando la terminología de Goleman, dispone de una gran capacidad de computación, permaneciendo siempre en funcionamiento en segundo plano, tratando de resolver aquellos problemas que percibe. Opera más allá de nuestra conciencia, siendo totalmente transparente e invisible para nosotros. Funciona sin apenas esfuerzo, de forma automática y a gran velocidad, permaneciendo fuera de nuestro control.
Esta forma de atención, que discurre entre bambalinas, suele irrumpir, en ocasiones de un modo completamente inesperado en el centro del escenario. Daniel Goleman
La mayor parte de nuestro cableado neuronal se asienta en lo que se conoce como los circuitos subcorticales. Estos circuitos se ubican en la parte inferior del cerebro. Cuando este sistema resuelve algo por su cuenta, lo comparte de forma inmediata con el sistema superior, el neocórtex, haciéndonos conscientes de ello y poseyendo nuestra atención de forma involuntaria. A este proceso se le denomina como ascendente o de abajo arriba. De igual forma, también se produce el proceso inverso, es decir descendente o de arriba abajo. En este caso nuestra actividad mental trata de imponer la coherencia a nuestro funcionamiento, en esta ocasión de forma voluntaria y controlada.
La mente de abajo arriba es más rápida, involuntaria y automática. Es intuitiva, procesa en paralelo y funciona a través de redes de asociación. Se mueve a través de impulsos y emociones, por lo que está muy relacionada con el corto plazo. Se encarga de gestionar nuestros hábitos y por tanto nuestras acciones, además de gestionar nuestros modelos del mundo. Este tipo de procesos mentales consumen pocos recursos energéticos.
Por otro lado, el sistema superior es más lento. Su puesta en marcha es voluntaria, requiriendo de mucho más consumo energético. En él se asienta el autocontrol y por tanto la capacidad de poder poner freno a nuestros impulsos. Dispone también de la capacidad de generar hábitos de forma voluntaria y aprender nuevos modelos de comportamiento. Gracias a este sistema mental, podemos desarrollar talentos como la autoconciencia, la reflexión, la deliberación y la planificación.
La atención voluntaria y la decisión intencional emplean los circuitos de arriba abajo, mientras que la atención reflexiva y los hábitos rutinarios lo hacen por su parte, de abajo arriba. Daniel Goleman
El desarrollo de nuestro cerebro ha sido fruto de nuestra evolución como especie a través de millones de años. Aún así, pese a disponer de una herramienta realmente maravillosa, no es perfecta, por lo que el conocimiento de su funcionamiento resulta fundamental para poder mejorar nuestra efectividad.
El sistema ascendente es mucho más antiguo que el descendente. Proviene de una época en la que la supervivencia era nuestra máxima diaria, hecho que a día de hoy, plantea ciertos problemas. Continúa siendo nuestro sistema dominante. Consecuencia de ello son nuestras adicciones y nuestros comportamientos impulsivos, imprudentes y cortoplacistas. Nuestro reto, tal y como afirma Goleman, es aprender a gestionar la dimensión descendente de nuestra vida, en definitiva, aprender a gestionar nuestra atención.
La mente descendente, al funcionar de manera silenciosa en un hilo paralelo, permanece constantemente tratando de encontrar posibles amenazas, desequilibrando en ocasiones nuestro sistema emocional, pudiendo provocar innumerables sesgos en nuestra atención. A mayor intensidad emocional, mayor atención inferior, lo que puede derivar en un secuestro emocional. Cuando esto ocurre, los circuitos de la amígdala capturan el lado derecho del cerebro, haciéndonos perder el control. De ahí la importancia de aprender a realizar una correcta gestión de nuestras emociones.
La principal misión de nuestro cerebro es la supervivencia. Su criterio, a la hora de llevar a cabo las distintas acciones mentales, es de la máxima eficiencia, es decir, obtener con el mínimo esfuerzo el máximo de resultados. Cualquier esfuerzo cognitivo dedicado al aprendizaje de algo o a la ejecución de algo nuevo, requerirá mucha atención y por tanto mucho coste energético. De ahí la necesidad de convertir la mayor parte de nuestros comportamientos en hábitos. A mayor automatización y dominio competencial, menor coste energético. El punto álgido en este sentido, se produce cuando somos capaces de entrar en un estado de flujo en el que nuestra experiencia nos permite prestar atención a lo que estamos haciendo sin apenas esfuerzo. Otra clave es desarrollar aquellos hábitos que nos permitan aumentar la confianza en nuestro sistema ascendente, para conseguir una mente más libre y ágil. Como diría David Allen, una mente como el agua.
La efectividad personal requiere un compromiso activo con nuestra atención. Gestionar este valioso recurso de forma adecuada, implica desarrollar hábitos efectivos y desarrollar nuestra inteligencia emocional para dar protagonismo al autocontrol. Ya sabías que las distracciones están en tu mente. Ahora, lo que ocurre entre bambalinas.