Para que las personas pasen a ser el centro de las organizaciones hace falta abandonar los viejos paradigmas de gestión basados en el control. La antítesis del control es la autonomía, principal factor que condiciona la motivación 3.0.
En primer lugar, cabría destacar que el concepto de gestión resulta antinatural. No procede de la propia naturaleza. Se trata de algo inventado por el hombre. Gary Hamel afirma que la gestión es básicamente tecnología. Al igual que la motivación basada en el palo y la zanahoria, se trata de una tecnología que ha comenzado a fallar.
Si profundizamos en los sistemas actuales de gestión, y me refiero a la gestión y dirección de personas, básicamente no ha cambiado durante años. Afirma Daniel Pink que «sigue basándose en supuestos sobre la naturaleza fundamental de aquéllos a los que se dirige». Esto implica suponer que para que las cosas se hagan, se necesita previamente algún tipo de estímulo. Que si no existe algún tipo de premio o castigo, las personas nos quedaríamos petrificadas sin mover un dedo. También supone que una vez que nos hemos puesto en marcha, necesitamos a alguien que nos guíe. De lo contrario podríamos acabar perdiéndonos.
¿Realmente es ésta la naturaleza de las personas? ¿Es éste nuestro «default setting»? Tan sólo hay que fijarse en el comportamiento de los nenes, para ver que esto no es así. El problema radica en que la educación tradicional y el sistema educativo se encargan de formar a personas obedientes, dispuestas para ser controladas por un jefe, un capitán, un director, un manager e incluso por el presidente de la comunidad de vecinos, si se da el caso. Aún así, las ciencias de la conducta han demostrado que nuestra verdadera naturaleza como personas no es la pasividad o la inmovilidad, sino la curiosidad y la autogestión.
Si a la edad de catorce o cuarenta y tres nos encontramos pasivos e inertes, no es porque ésta sea nuestra naturaleza, sino porque hay algo que ha transformado nuestro estado por defecto. Daniel Pink
Según la wikipedia, autonomía, del griego «auto», uno mismo, y «nomos », norma, es un concepto moderno, procedente de la filosofía y, más recientemente, de la psicología, que en términos generales, expresa la capacidad para darse reglas a uno mismo o tomar decisiones sin intervención ni influencia externa.
Autonomía es diferente de independencia. No se trata de ser el llanero solitario, que también tiene los días contados en nuestro tiempo. Implica el hecho de tener la capacidad de tomar decisiones por uno mismo, pudiendo ser además, al mismo tiempo, felices de forma interdependientes con otras personas. De nuevo las ciencias de la conducta han venido a poner de manifiesto que, incluso en los lugares más pobres del mundo como Bangladesh, la autonomía es algo que las personas persiguen, porque reconocen en ella una mejora transcendente para sus vidas.
Cuando las personas experimentan esta sensación, aumentan el rendimiento y mejoran su actitud ante la vida. Según Deci y Ryan, la autonomía promueve en los estudiantes una mejor comprensión de los conceptos, se obtienen mejores notas, mejor rendimiento en las actividades deportivas, menos desgaste y un incremento notable en los niveles de bienestar psicológico. Estos efectos también se producen en los entornos laborales, redundando en beneficios también para las organizaciones. El resultado obtenido por los estudios, realizados por los científicos citados en este párrafo junto con Paul Baard, concluyeron que las organizaciones que otorgaban autonomía a las personas, crecieron cuatro veces más que las organizaciones gestionadas bajo paradigmas de control, obteniendo además un tercio más de beneficios.
Que la autonomía aporta beneficios a las personas es algo indudable, aún así una gran mayoría de las organizaciones siguen ancladas al pasado. Uno de los caminos que en ocasiones se emprenden a modo de maquillaje son el del «empoderamiento» de las personas y el de la «flexibilidad horaria». Como afirma Daniel Pink, el «empoderamiento» no es más que una forma de control más civilizada, ya que sigue siendo la organización la que tiene el poder. Por otra lado, y en cuanto a la «flexibilidad horaria», tan solo lo que hace es ampliar las vallas y abrir las puertas de forma ocasional. En palabras del propio Daniel Pink, se trata de más control disfrazado de cordero.
La dirección no es la solución, sino el problema. Nuestra época no requiere una dirección mejor, sino el renacimiento de la autogestión. Daniel Pink
La naturaleza del trabajo ha cambiado. Hemos pasado de un trabajo en el que alcanzar resultados procedía de que cada persona cumpliera estrictamente con la tarea encomendada, a un trabajo en el que la tarea no es evidente y, como afirmaba Peter Drucker, previamente ha de ser definida. Hemos pasado de ser peones a jugadores, de ser operarios de fábrica a profesionales del conocimiento. En este sentido, la autonomía supone que las personas han de tener capacidad de decisión respecto a qué es lo que hacen, cuándo, cómo y con quién lo hacen.
El trabajo del conocimiento entra en fricción natural con el control, ya que supone un enorme freno para las personas. La clave está en la autogestión, siendo su pieza clave la autonomía. Las organizaciones que sigan ignorando este hecho están poniendo en riesgo su supervivencia. De ahí la necesidad de poner a las personas en el centro, de una vez por todas, pasando del control a la autonomía y de la obediencia a la responsabilidad.