Etimológicamente, la palabra voluntad procede del latín «voluntas», que significa querer. Ahora bien, una cosa es desear algo y otra muy diferente quererlo. El deseo tiene que ver con la pretensión desde un punto de vista meramente afectivo o sentimental. Sin embargo, querer algo está relacionado con la aspiración, anteponiendo la voluntad. Desear algo se manifiesta normalmente en el plano emocional, es decir, en el sistema de pensamiento caliente, mientras que querer algo se manifiesta en el plano de la voluntad, que reside en el plano racional o sistema de pensamiento frío. Podemos decir entonces que la fuerza de voluntad es la capacidad de esforzarse lo necesario para conseguir aquello que se quiere.
¿Cuál es el problema de la fuerza de voluntad? Sencillamente que requiere mucha energía para poder mantenerse en funcionamiento de forma constante en el tiempo, y esto al cerebro no le gusta nada, ya que está diseñado básicamente para la supervivencia, lo que conlleva el máximo ahorro de energía posible para él. De ahí que su utilidad sea francamente limitada y que su uso no sea sostenible en el tiempo tal y como afirma José Miguel Bolívar en «Productividad Personal: Aprende a liberarte del estrés con GTD®».
En 1998, Roy Baumeister, profesor de psicología de la Universidad de Florida desarrolló el conocido experimento de las galletas y los rábanos, que consistía en lo siguiente. Se introducía a un grupo de participantes en una sala inundada con un intenso aroma a galletas recién hechas. Sobre una mesa, se les mostraban dos bandejas, una contenía las galletas recién hechas y la otra contenía rábanos. Unos participantes comieron galletas y otros tuvieron que resistirse a las galletas sin más remedio que comer rábanos. Tras la experiencia de la degustación, les dieron unos problemas de matemáticas imposibles de resolver, midiendo el tiempo que cada participante tardaba en desistir. Los que comieron rábanos, es decir, los que tuvieron que resistirse a comer galletas, desistieron a los ocho minutos. Sin embargo los que no tuvieron que resistirse a las galletas, desistieron a los diecinueve minutos. Los que tuvieron que aguantar la tentación de comer galletas, habían agotado parte de su autocontrol, lo que hizo que su fuerza de voluntad disminuyese. De este experimento se extrajo la conclusión de que la fuerza de voluntad es una capacidad limitada que además se agota.
¿Y qué agota nuestra fuerza de voluntad? Sencillamente todas aquellas actividades que requieren un alto nivel de energía, como por ejemplo pensar y tomar decisiones. La cantidad de fuerza de voluntad es inversamente proporcional al tiempo que dedicas a pensar y decidir, es decir, que cuanto más tiempo pasamos controlando nuestros impulsos mediante el ejercicio de la fuerza de voluntad, más disminuye nuestra capacidad para tomar decisiones.
Entonces, ¿cómo podríamos usar la fuerza de voluntad de forma más efectiva? La fuerza de voluntad funciona como un músculo que trabaja de forma óptima durante breves periodos de tiempo. Al tratarse de un músculo, puede entrenarse para poder usarla en aquello para lo que realmente es útil, para generar hábitos.
La voluntad no funciona como un interruptor, sino como un complejo hábito.
Arnold M. Washton
Una de las claves para optimizar el funcionamiento de nuestro cerebro es el de ahorrarle la mayor cantidad de energía posible. Para poder hacerlo el cerebro trata de funcionar la mayor parte del tiempo en modo bajo consumo o automático. Cuando queremos hacer algo o cambiar algo que nos cuesta, la solución pasa por convertir aquellos comportamientos que nos cuestan en comportamientos automáticos, es decir, convertirlos en hábitos, y es en este sentido donde la fuerza de voluntad juega un papel primordial, ya que para hacerlo hará falta repetir y repetir de forma constante y disciplinada hasta que el comportamiento quede automatizado.La fuerza de voluntad juega un papel importante en el control de la impulsividad servidora fiel del sistema emocional o caliente. En un próximo post hablaré sobre el tema de la impulsividad dada su amplitud e interés.
Para terminar, como afirma José Miguel Bolívar, «la fuerza de voluntad está sobrevalorada», ya que tiene una capacidad limitada, y además sabemos que se agota a diario, así es que si quieres usar tu fuerza de voluntad de forma efectiva, empléala para generar hábitos efectivos, ya que estos determinarán el futuro de tus resultados.