Son muchas las personas que tienen la capacidad de mantener su atención sobre una actividad concreta bajo por ejemplo ambientes ruidosos. De hecho, la mayoría de personas, son capaces de mantener su atención ante conversaciones concretas, dentro de un ambiente totalmente contaminado de distracciones, como por ejemplo un restaurante, en la calle o en algún tipo de evento. Esto se debe a lo que se conoce como atención selectiva.
La atención selectiva, también conocida como atención focalizada, es la capacidad de mantener nuestra mente concentrada en algo concreto, bien sea un objeto, actividad o estímulo, es decir, que somos capaces de centrarnos en los estímulos relevantes, mediante la inhibición de las distracciones procedentes de nuestro entorno. Se trata pues de una capacidad esencial para nuestra efectividad.
Lo importante no es lo que quieres, sino en lo que pones atención. Allí donde va tu atención, va tu vida. En otras palabras: En lo que te concentras, se expande. Francisco Alcaide
Afirma Daniel Goleman en «Focus», que existen dos tipos de distractores: Los sensoriales y los emocionales.
Los distractores sensoriales proceden de toda aquella información que captan nuestros sentidos. Nuestro cerebro dispone de una gran capacidad de obviar el continuo bombardeo de información que nos proporcionan dichos instrumentos. Sin esa capacidad nos resultaría imposible vivir con normalidad. Este tipo de distractores, resultan sencillos de controlar e incluso nos ayudan a mantener el foco en distintas circunstancias, por ejemplo, cuando dejamos de prestar atención a los márgenes laterales que enmarcan los textos cuando estamos leyendo o cuando salvamos obstáculos mientras vamos caminando.
Pero, ¿qué ocurre por ejemplo cuando estamos centrados en algo y de fondo oímos una conversación sobre nosotros? ¿Qué ocurre si de momento nos asalta un pensamiento que nos genera algún tipo de sobresalto? Sencillamente que un distractor emocional ha entrado en nuestro mundo psicológico, favoreciendo de forma instantánea nuestra pérdida de foco. Las distracciones emocionales resultan mucho más complejas y cargantes para nuestra mente, por lo que su control resulta de vital importancia para poder hacer una correcta gestión de nuestra atención.
Cuando un distractor emocional entra en acción, y además se le da cancha, abrimos la puerta para que salga el elefante responsable de nuestras emociones, calentando nuestro sistema de pensamiento y perdiendo por completo el foco. En este sentido, desarrollar el hábito de enfriar nuestro pensamiento no sólo tiene que ver con la calidad de las decisiones que tomamos, sino también con la gestión de la atención, aspectos de gran impacto para nuestra efectividad.
El principal reto al que nos enfrentamos las personas, procede de nuestra dimensión emocional. Daniel Goleman
Nuestra capacidad de atención se asienta en la zona prefrontal del cerebro. Los circuitos disponibles en esa zona, facilitan que seamos capaces de centrarnos sobre nuestra actividad, pudiendo además amortiguar al mismo tiempo todo aquéllo que hemos decidido ignorar. Esto implica que hemos de desconectar de las distracciones emocionales, lo que nos da la pista de que nuestro cerebro dispone de algún tipo de mecanismo inhibitorio emocional. De ahí se deduce que las personas que tienen mayor capacidad de atención, suelen ser más tolerantes a las turbulencias emocionales.
Cuando damos cancha a las distracciones, no sólo ponemos en peligro nuestra atención, sino que abrimos las puertas a la entrada de un proceso de reflexión interior rumiativo, pudiendo provocar de forma inherente ansiedad y estrés. Esto implica que la capacidad de gestionar de forma adecuada nuestra atención tiene implicaciones directas en nuestro bienestar, y por tanto nuestra felicidad.
Nuestro nivel de atención respecto a algo es inversamente proporcional al número de interferencias a las que damos tregua, es decir, a mayor tregua hacia los distractores, menor grado de atención. Consecuencia de ello, cuanto menor es el grado de atención, más superficiales resultan nuestras reflexiones y menor calidad se obtiene en el resultado de nuestras acciones. En el trabajo del conocimiento, la eficiencia está directamente ligada con la gestión de la atención, cuyo propósito es conseguir «hacer bien».
El recurso más valioso de un ordenador no está en su procesador, en su memoria, en su disco duro ni en la red, sino en la atención humana. Grupo de investigadores de la Universidad Carnegie Mellon
Tanto el hábito de capturar en GTD®, como el de registrar en OPTIMA3®, favorecen la puesta en marcha de los mecanismos inhibitorios de los distractores, consiguiendo de esta forma poner freno tanto al comportamiento impulsivo como al pensamiento caliente. Conseguir mantener la atención nos abre la puerta hacia el estado de flujo, tema que tocaré en más profundidad en un futuro post de la serie.
Cuando las cosas no funcionan, lo sencillo es buscar culpables. Lo más rápido es buscar fuera en lugar de dentro. Es que hay exceso de información, es que hay muchos ladrones de tiempo, es que mi jefe me interrumpe a todas horas con nuevas ideas. Podría elaborar una larga lista de clásicas excusas típicas de la productividad basura, aparejadas también a típicas soluciones disfuncionales. Gestionar eficientemente tu atención es un asunto meramente cognitivo. El problema no es externo sino interno, ya que la fuente de las distracciones no está en el exterior sino que está en nuestra propia mente.