Comenta Daniel Kahneman que si se hiciera una película sobre el funcionamiento de nuestra mente, nuestro sistema frío sería un personaje secundario que se cree protagonista. En ocasiones piensa que es él quien toma las riendas, y sin embargo es nuestro sistema caliente quien dirige nuestra atención.
Aún así, hay actividades que sólo el sistema frío es capaz de llevar a cabo, ya que requieren esfuerzo y autocontrol para frenar los impulsos del sistema caliente. Una de esas actividades es la de pensar.
Pensar es una actividad clave para la efectividad. Se trata de una actividad propia del sistema frío para la cual se requiere esfuerzo. Una de sus características principales es la pereza, es decir, la renuncia a invertir más esfuerzo, más allá del estrictamente necesario, ya que nuestro cerebro está diseñado para funcionar en modo bajo consumo.
Según investigaciones realizadas por el psicólogo Eckhard Hess, nuestras pupilas son sensibles a nuestro esfuerzo mental. Por ejemplo, cuando trabajamos con operaciones complejas que superan los dos dígitos, se dilatan más que si se trata de operaciones más sencillas. Una de las conclusiones a las que llegó es que el esfuerzo mental es distinto de la excitación emocional.
A Daniel Kahneman le llamó la atención este hecho y decidió investigar sobre este tema en el gabinete de pruebas de un óptico, en el que los participantes en el estudio apoyaban su cabeza en un soporte de barbillas para facilitar que se pudieran grabar las respuestas de sus pupilas mientras se les sometía a una serie de pruebas en las que tenían que pensar.
Efectivamente las pupilas se dilataban cuando las tareas resultaban complejas. En una de las ocasiones, durante el descanso entre dos tareas, Kahneman se percató de que mientras que el participante conversaba con él durante la pausa, sus pupilas se reducían volviendo a su estado inicial, indicando una clara disminución de energía requerida para la simple actividad de dialogar. Nuestras actividades automáticas no requieren esfuerzo y por tanto energía.
Nuestras pupilas son un indicador claro de nuestro consumo de energía. Nuestro consumo energético va en función de lo que decidimos hacer, es decir, si encendemos una bombilla o una tostadora. Según Daniel Kahneman, existen muchas similitudes entre nuestro sistema frío y los distintos circuitos eléctricos de una vivienda. La diferencia entre ambos está en que responden de distinta manera antes las sobrecargas. En una vivienda, la sobrecarga se protege mediante un interruptor que salta de forma automática, desconectando toda la instalación. Nuestro sistema frío es mucho más selectivo y preciso. Lo que hace es proteger la actividad principal dotándola de la atención necesaria, derivando el resto de actividades que requieren de energía a un segundo plano.
La clave está en los hábitos. Cuando desarrollamos comportamientos automáticos disminuye el consumo energético en nuestra mente. De ahí la importancia de los hábitos para la efectividad, ya que cuanto más frescos estemos, mental y físicamente hablando, mejor será la calidad de nuestra atención.
En la economía de la atención, el esfuerzo supone un coste, por lo que el desarrollo de habilidades determina claramente el balance entre costes y beneficios. En el trabajo del conocimiento, pensar es una actividad de alto valor. En este sentido gestionar adecuadamente nuestra atención facilitará también, al margen de hacer bien, pensar mejor.
Tratar de retener en nuestra memoria diferentes ideas que requieren diferentes acciones, implica un gran esfuerzo mental. Y no digamos si además dichas ideas precisan de ser combinadas. En ese caso estamos forzando a nuestra mente a tener que recordar algo y además a procesar la información sobre la marcha. Todo un reto para nuestro sistema frío cuyo resultado ya conocemos en la mayoría de los casos. La solución para no sobrecargar a nuestra mente en este sentido es desarrollar el hábito de capturar, que plantea GTD®, o registrar, en OPTIMA3®.
Otras actividades que requieren mucho esfuerzo mental son la multitarea, las tareas con plazo y trabajar bajo presión. La multitarea es ineficiente, ya que cada vez que cambiamos de actividad nuestra mente invierte un esfuerzo extra en hacer el cambio. Según Daniel Kahneman, la presión del tiempo es otro demandante de esfuerzo y por tanto de energía mental. ¿Qué sentido tiene entonces autogenerarse presión inventándose fechas? Se trata de una vía de agua para tu depósito de energía.
El planteamiento que hacen metodologías como GTD® u OPTIMA3® a la hora de dividir las tareas (proyectos o RATs) en pequeños pasos (acciones o UPAs), buscan entre otras cosas, facilitarte también tu foco y por tanto una correcta gestión de tu energía mental.
El arte de gestionar nuestra atención sin esfuerzo no sólo es un síntoma claro de nuestra eficiencia, sino que también predice cuáles serán nuestros resultados más allá de nuestra efectividad. Nos vemos en el siguiente post de la serie.