Llevo tiempo leyendo e investigando sobre el fenómeno de la procrastinación. Se trata de un comportamiento que siempre me ha llamado la atención, así es que, con el permiso de mi maestro y amigo Jerónimo Sánchez, gran conocedor y experto sobre el tema, decidí hace unas semanas, sacar de mi incubadora la idea de escribir una serie cuyo fin es el de abordar el impacto que este fenómeno tiene en la efectividad de las personas.
La palabra «procrastinar» tiene origen en el vocablo latino «procrastinare». Se compone de la preposición «pro» que significa «delante o en favor de» y el adverbio de tiempo «cras» que significa «mañana». Ya en la antigua Roma, el gran filósofo, orador y cónsul romano Marco Tulio Cicerón, usó el término en uno de sus más famosos discursos contra Marco Antonio «in rebus gerendis tarditas et procrastinatio odiosa est», «en todos los asuntos, la tardanza y la procrastinación son odiosas». Como podemos ver se trata de un término que se viene usando desde hace siglos.
Piers Steel, estudioso de la materia y autor del libro «Procrastinación. Por qué dejamos para mañana lo que podemos hacer hoy», define procrastinar como la conducta de dejar las cosas para más adelante de forma meramente voluntaria, aún sabiendo que dicho aplazamiento puede tener consecuencias indeseables para nosotros, e incluso apartarnos del camino que hemos elegido tomar para conseguir nuestras metas. De hecho, un rasgo peculiar de este comportamiento, es que cuando procrastinamos somos conscientes de que estamos actuando en contra de lo que realmente nos conviene, y sin embargo seguimos adelante con nuestra elección. ¿Irracional verdad? Así es nuestro cerebro ;-).
Hay dos tipos de actitudes que laceran el desarrollo de cualquier cosa: postergar acciones y la inmediatez. Cualquiera de los dos, sin justa oportunidad, causan mucho daño. Jenny Zenav
Suele confundirse al procrastinador con el vago, pero realmente hay una diferencia bastante clara. El procrastinador desea y tiene interés en hacer las cosas, lo que ocurre es que suele acabar vencido por diversos factores que intervienen en el proceso de elegir. El vago no tiene el más mínimo interés ni deseo por hacer nada. La procrastinación en sí no radica realmente en la dilación, sino en el hecho de decidir qué hacemos en cada momento, de ahí la importancia, de cómo definimos el qué hemos de hacer, ya que como explica José Miguel Bolívar en «Productividad Personal: Aprende a liberarte del estrés con GTD», decidimos de forma emocional y caprichosa.
Steel afirma que el fondo del mecanismo de este comportamiento es sumamente complejo. Queda enraizado en el cómo interaccionan los sistemas frío y caliente de nuestro cerebro. El sistema caliente (emocional) es la bestia del cerebro y el sistema frío (corteza prefrontal) es el jinete que conduce a la bestia. Procrastinamos cuando nuestro sistema caliente obvia sin más los planes a largo plazo del sistema frío, cuando damos cancha a la impulsividad en lugar del control. Cuando este comportamiento se hace recurrente pasa a convertirse en un hábito, hábito que tiende a perdurar y que nos impedirá hacer aquellas cosas que realmente hemos de hacer en el momento que realmente podemos hacerlas. Esto impide que consigamos los resultados que pretendemos, impactando directamente en nuestra efectividad. Mago More, afirma en su libro «Superpoderes del éxito para gente normal», que según una encuesta el 95% de la población reconoce que posterga lo que tiene que hacer y que el 5% restante olvidó entregar la encuesta ;-), por lo que se trata de un hábito muy extendido.
Toda dificultad eludida se convertirá más tarde en un fantasma que perturbará nuestro reposo. Frédéric Chopin
Según Ricardo Calza, autor del libro «Procrastinación. Vence las ganas de no hacer nada», vivir instalados en la procrastinación crónica, es decir, como hábito, es una manera de aceptar que no somos capaces de enfrentarnos ante ciertas situaciones o cosas que fácilmente nos superan. Cada vez que procrastinamos, nos alejamos de forma voluntaria de aquella persona en quién queremos convertirnos. Procrastinar genera frustración, ansiedad y estrés, por lo que entender sus causas y cómo podemos usar dicho comportamiento de forma efectiva resulta de sumo interés, ya que como afirma Francisco Alcaide, «la dilación es el mayor enemigo del éxito».
Procrastinar es un hábito irracional ya que te conduce de forma inevitablemente a hacer cosas que si analizaras de forma racional no harías. Así es que si quieres conocer más sobre cómo cambiar este hábito para conseguir comportamientos más efectivos, te invito a seguir esta serie.